Ratones Paranoicos en el Luna Park Con Charly García y Spinetta de invitados de lujo, presentaron el viernes su nuevo álbum homónimo ante un estadio fervoroso y fiel.
Juan Andrade
Especial para Clarín
Viva la Argentina! ¡Vivan los Ratones!, insistió Juanse, por segunda vez, a la hora de los bises. Y su grito no sonó a arenga demagógica o patriotera, sino que vino a sintetizar lo que su público acababa de presenciar la noche del viernes en el Luna Park: el acto de refundación de la Patria Paranoica.
No se vieron escarapelas, claro, sino el célebre ojo paranoico creado por Marta Minujin, multiplicado hasta el infinito en banderas, remeras y pins. El disparador fue la presentación oficial y a gran escala de su último disco, Ratones Paranoicos, que carga con un título de álbum debut y que marca el regreso del bajista y miembro fundador Pablo Memi. "Hace diez años dijo que se iba a comprar cigarrillos, pero volvió", lo gastó el cantante, poco antes de aplaudir su vuelta a casa.
A un cuarto de siglo de la hora cero del grupo, entonces, su formación original se dedicó a estrenar el nuevo material, pero también a celebrar los principales hitos de su repertorio, haciendo especial hincapié en Los chicos quieren rock (1988), su segundo trabajo, que sentó las bases de su sonido y que, el año pasado, ameritó un ejercicio de revisionismo histórico (ver recuadro). Vestidos de riguroso negro, el cuarteto que completan Sarcófago en guitarra y Roy Quiroga en batería salió al ruedo con la impronta de una auténtica orquesta de rhythm and blues, incluyendo teclados y una sección de vientos.
Primero fue El vampiro, y luego El centauro y el flamante No llores, los que recibieron ese barniz, que huele a los cimientos mismos del género.
Con su saco brillante y su sombrero adornado con plumas rojas, Juanse se paseó sobre el escenario como el glamoroso anfitrión de una fiesta multitudinaria ambientada en una especie de burdel chic.
"Vamos a mandarle un abrazo grande a Gustavo Cerati", pidió. Y el estadio a pleno respondió con un aplauso cerrado. A sus espaldas, cuatro pantallas verticales gigantes reproducían los movimientos suyos y de sus tres compañeros. Los inventores del rock ratón, ese estilo en sí mismo que tantos aspirantes a sucederlos tratan en vano de imitar, se dedicaron a lustrar su chapa de clásicos con una aceitada maquinaria, que por momentos marchó con un groove más bien funkysoulero: en la extensa y notable zapada a la que dio lugar La nave, por ejemplo.
Un capítulo aparte merecieron los invitados de honor, como el guitarrista Jimmy Rip (colaboró con Mick Jagger y Jerry Lee Lewis, entre otros pergaminos), que subió para meter solos punzantes en Vicio o Rainbow. Pero el agente catalizador de la noche fue nada menos que Luis Alberto Spinetta, que compartió Sacrificio japonés (la canción que co-escribió junto a Juanse para el último disco del grupo) y Sucia estrella (aquella que había versionado con Los Socios del Desierto) y encendió la mecha rockera que detonó en la segunda mitad del show. Charly García, ovacionado, se sentó al teclado para un encendido Rock del pedazo. Y a la hora de los bises, lo hizo Fabián "Zorro" Quintiero, ex miembro de la banda, en Para siempre. Al cabo de un Luna paranoico, las fieras lunáticas obtuvieron satisfacción.
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Juan Andrade
Especial para Clarín
Viva la Argentina! ¡Vivan los Ratones!, insistió Juanse, por segunda vez, a la hora de los bises. Y su grito no sonó a arenga demagógica o patriotera, sino que vino a sintetizar lo que su público acababa de presenciar la noche del viernes en el Luna Park: el acto de refundación de la Patria Paranoica.
No se vieron escarapelas, claro, sino el célebre ojo paranoico creado por Marta Minujin, multiplicado hasta el infinito en banderas, remeras y pins. El disparador fue la presentación oficial y a gran escala de su último disco, Ratones Paranoicos, que carga con un título de álbum debut y que marca el regreso del bajista y miembro fundador Pablo Memi. "Hace diez años dijo que se iba a comprar cigarrillos, pero volvió", lo gastó el cantante, poco antes de aplaudir su vuelta a casa.
A un cuarto de siglo de la hora cero del grupo, entonces, su formación original se dedicó a estrenar el nuevo material, pero también a celebrar los principales hitos de su repertorio, haciendo especial hincapié en Los chicos quieren rock (1988), su segundo trabajo, que sentó las bases de su sonido y que, el año pasado, ameritó un ejercicio de revisionismo histórico (ver recuadro). Vestidos de riguroso negro, el cuarteto que completan Sarcófago en guitarra y Roy Quiroga en batería salió al ruedo con la impronta de una auténtica orquesta de rhythm and blues, incluyendo teclados y una sección de vientos.
Primero fue El vampiro, y luego El centauro y el flamante No llores, los que recibieron ese barniz, que huele a los cimientos mismos del género.
Con su saco brillante y su sombrero adornado con plumas rojas, Juanse se paseó sobre el escenario como el glamoroso anfitrión de una fiesta multitudinaria ambientada en una especie de burdel chic.
"Vamos a mandarle un abrazo grande a Gustavo Cerati", pidió. Y el estadio a pleno respondió con un aplauso cerrado. A sus espaldas, cuatro pantallas verticales gigantes reproducían los movimientos suyos y de sus tres compañeros. Los inventores del rock ratón, ese estilo en sí mismo que tantos aspirantes a sucederlos tratan en vano de imitar, se dedicaron a lustrar su chapa de clásicos con una aceitada maquinaria, que por momentos marchó con un groove más bien funkysoulero: en la extensa y notable zapada a la que dio lugar La nave, por ejemplo.
Un capítulo aparte merecieron los invitados de honor, como el guitarrista Jimmy Rip (colaboró con Mick Jagger y Jerry Lee Lewis, entre otros pergaminos), que subió para meter solos punzantes en Vicio o Rainbow. Pero el agente catalizador de la noche fue nada menos que Luis Alberto Spinetta, que compartió Sacrificio japonés (la canción que co-escribió junto a Juanse para el último disco del grupo) y Sucia estrella (aquella que había versionado con Los Socios del Desierto) y encendió la mecha rockera que detonó en la segunda mitad del show. Charly García, ovacionado, se sentó al teclado para un encendido Rock del pedazo. Y a la hora de los bises, lo hizo Fabián "Zorro" Quintiero, ex miembro de la banda, en Para siempre. Al cabo de un Luna paranoico, las fieras lunáticas obtuvieron satisfacción.
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